De los movimientos higienistas del XIX a los CIAM de postguerra
Decíamos en la anterior entrega que la pandemia del COVID-19 ha servido de catalizador para poner en el centro del debate la relación entre arquitectura y salud. Por este motivo, han proliferado numerosas publicaciones que abordan la problemática conexión entre el hacer de una disciplina como la arquitectónica y el estado de completo bienestar físico, mental y social y no solo la ausencia de enfermedades o afecciones, que es la definición de salud adoptada por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En estas circunstancias, como un nuevo sello comercial destinado a vender un producto o un servicio, están apareciendo sintagmas como ‘casa sana’, en los que a un objeto artificial e inanimado se le atribuye una cualidad de ser vivo, humano o animal. Incluso, a raíz de la preocupación con la salud mental, están surgiendo trabajos académicos y libros que relacionan la Neuroarquitectura con los mandala, con los ejercicios de la Gestalt o con la nutrición.