Fachada del Palacio Abacial tras su restauración en 1999 |
El concepto actual de monumento como documento, implica que la restauración ya no consiste en operaciones de carácter excepcional destinadas a conferir a edificio un aspecto definitivo, buscando una presunta configuración de cómo fue o como debería haber sido, en términos de imagen o en términos físicos, o bien un estado de salud que le permita desafiar indefinidamente los siglos.
Ese estado feliz no existe. Todo edificio, monumento o no, está destinado antes o después a la ruina. La meta fundamental de la restauración es retrasar este fin, con procedimientos conservativos y de mantenimiento repetidos en intervalos amplios pero regulares en el tiempo. A cada restauración, seguirá antes o después otra, que será realizada con criterios parcial o totalmente diversos de la primera, de lo que se deduce, la importancia de una detallada documentación de lo que el objeto era, es y será antes, durante y después de la intervención. La restauración asume el papel de un proceso continuamente en marcha, perdiendo el rol tradicional de ser una acción definitiva y terminada.