“...Tenían dos televisores en color de diecinueve pulgadas; videos con mando a distancia, un equipo de música japonés con ecualizador gráfico y compac; muchos discos compac.....dos impecables ordenadores, cada uno con un módem y una impresora; muchos tipos de software; un teléfono que contestaba solo y permitía llamadas a otros números; tres aparatos de aire acondicionado; un robot cuisart, un horno microondas; un abrelatas colocado en la parte de abajo del armario; una elegante tostadora alemana; una cafetera que se daba la vuelta sola tras un lapso determinado; un cepillo de dientes eléctrico y un chorro de agua; un mando para abrir la puerta del garaje....
...No había bastantes enchufes....
...La electricidad susurraba por toda la casa incluso cuando todo estaba apagado...”
David Leavitt. Amores Iguales
La arquitectura, como la vivienda, está sometida a transformaciones y cambios motivados por la sociedad a la que pertenece.Dividida, compleja, difusa, en ella, el arquitecto se encuentra atrapado entre unos programas funcionales cambiantes y la aspiración a integrarlos en un ideal arquitectónico completo y único. No es un problema de diseño o forma sino de ver la realidad de una manera nueva.
En 1930 Mies proclamaba: “La vivienda de nuestro tiempo aún no existe sin embargo la transformación del modo de vida exige su realización”. La vivienda fue sacralizada por los arquitectos del Movimiento Moderno como la sucesora directa del templo, el palacio o el edificio público, se convirtió en objeto de investigación de la arquitectura moderna pero acabó siendo un producto completamente separado de la ciudad que lo genera, sin la más mínima conexión con la misma.
La tipología de viviendas que elaboró el Movimiento Moderno y en particular, la vivienda mínima, fue extremadamente rígida. En primer lugar, porque no contemplaba más que un estado de la vida familiar: el de la infancia y la adolescencia de los hijos. Las tipologías que aún manejamos comienzan a ser tan disfuncionales como su ideología subyacente: la de una familia en la que los hijos nunca llegan a ser adultos plenos. La idea de vivienda como estándar, como elemento repetitivo, como máquina, no responde a la realidad. Las diversas relaciones entre individuos, las diferentes condiciones que se dan, se traducen en una crítica a la idea de estandarización del apartamento.
Si la vivienda es la verdadera hija de lo moderno y constituye un elemento esencial en el desarrollo de la arquitectura actual, cabría preguntarnos ¿cuál es la vivienda de nuestro tiempo? ¿cómo devolver su conexión con la ciudad?. La vivienda como la familia se funda sobre un orden inestable. El ritmo de los cambios, la cantidad y complejidad de nuevas situaciones que se dan, desbordan cualquier tipo de previsión. ¿Es posible proyectar una vivienda desde lo transitorio?
La respuesta a estas preguntas obliga a plantearse el concepto de vivienda colectiva. La agregación de viviendas debería restituir una identidad idónea para los usuarios individuales, pero fundamentalmente buscar una recualificación de los espacios colectivos y su sistema de relaciones. La búsqueda se centra en conseguir un espacio que garantice la “convivencia fluida” y el reconocimiento de la autonomía individual.
El restablecimiento de la conexión de la vivienda como “metáfora de la ciudad” es posible si entendemos el edificio como ciudad y la ciudad como edificio. La vivienda colectiva se convierte así en una casa individual en condiciones de producir espacios cualificados, multiplicándolos con el objeto de servir adecuadamente a cada una de las viviendas.
El proyecto de vivienda colectivo “moderno” debe reivindicar los lugares que permitan diversos grados de relación: una habitación para la sociabilidad individual, otra para la sociabilidad del grupo familiar o de pareja, otra para una sociabilidad extra familiar, con los demás vecinos. Esta última se conseguiría valorando los espacios ambiguos de la casa: zaguanes, corredores, terrazas, patios, balcones, cierres, etc.
Entre ellos, los corredores ya no son el “espacio perdido” que postulaba el Movimiento Moderno sino que son nuevos elementos de apropiación del espacio colectivo. Las relaciones entre espacio público y privado se desarrollan en los espacios intermedios, semipúblicos y semiprivados, a partir del deseo de nuevas relaciones de vecindad. La vivienda debe ser un volumen en el que su situación en el edificio y su diferente agrupación cualifique los vacíos y consienta percepciones y movimientos más articulados en el interior del espacio colectivo.
El cambio continuo en el interior del individuo y sus relaciones con otros sujetos son objeto de atención, porque los proyectos deben ser intérpretes de esta actitud que representa el aspecto contemporáneo de forma de vida y que puede encontrar expresión no sólo en la centralidad de la vivienda sino en su espacialidad.
Es en el espacio interior donde se encuentra la riqueza de una vivienda: en la sensación de pasar de un espacio a otro, la diferente iluminación de las estancias en función de su profundidad, las penumbras, el reconocimiento de su mayor dimensión, estancias o espacios relacionadas entre sí, en materiales que cualifiquen lugares...
La posibilidad de superar los estándares mínimos vigentes permitiría la aparición de elementos como terrazas, patios, azoteas, jardines... habitaciones sin techo; espacios ambiguos donde plantear las relaciones entre personas de edad y cultura diversa que habitan el mismo núcleo familiar. Un lugar que “...permite beneficiarse de la brisa en el crepúsculo...durante las noches sofocantes...” y que según su asociación con la vivienda y con los espacios colectivos permita su continuidad, a través de vistas y relaciones con el exterior. “Visiones diagonales”, “estar acogido”, “permitir a la mirada alejarse”, “estar protegido de la mirada del exterior” son elementos básicos de la composición de la nueva vivienda colectiva más allá de su significación como lenguaje.
En la vivienda también sería necesario plantear un espacio común fijo de dimensiones invariantes como lugar de reunión del núcleo doméstico, prescindiendo de la superficie del apartamento en donde deben aparecer espacios con un uso elástico de acuerdo con la personalidad de cada usuario. Es necesario poner en discusión las uniones evidentes y las separaciones rígidas entre zonas de servicios y zonas servidas, entre espacio personal y público. Los límites de estas zonas (privada, íntima, pública, de servicio) pueden cambiar de significado según el momento.
Como dice José Ramón Sierra al referirse a la casa sevillana: “...Ausencia de mecanismos precisos de organización distributiva, más allá de los tres elementales de acceso (puerta-zaguán-patio, si hubiese), subida (escalera) y circunvalación del patio (galerías). El resto de la casa se configura a través de la mera yuxtaposición de sus recintos, susceptibles de ser comunicados directamente entre sí en función de sus condiciones de frontera común; conexiones aleatorias y cambiantes en el tiempo, que implican la incorporación de estancias a los recorridos de distribución. Y ausencia de toda configuración y signo arquitectónico que suministre algún tipo de especialización funcional de los espacios, de los recintos, de las formas de la arquitectura. De tal manera que, frecuentemente, esa cualificación viene tan sólo obligada, o tal vez sólo insinuada, por los mensajes emitidos por el mobiliario...Ni siquiera los aseos eran definidos desde la arquitectura, antes de que las redes fijas de entrada y salida de aguas los fijasen a un lugar, poco a poco cualificado; antes, dispersos y móviles por doquier, se encontraban donde paraban por momento sus muebles: palanganas, escupideras, aguamaniles...”
Como consecuencia, la habitación se debería entender, no como un todo constituido por partes ligadas entre ellas, bien limitadas espacialmente, sino como una estructura disociada, formada por espacios diferenciados que vuelven a ser un todo, sólo en el momento en que los usuarios deciden asignar un cierto significado. La unidad espacial de la habitación viene así sustituida por la unidad simbólica. En el caso en que la autonomía del individuo y la vida cotidiana del grupo doméstico vengan consideradas igualmente importantes, la sociabilidad en el interior del alojamiento podría expresarse en los espacios tradicionalmente cualificados de servicio, la cocina, el baño, que tras ser ampliados podrían llegar a ser elementos estructurantes de la vivienda.
Los proyectos deben contemplar la necesidad de salvaguarda de la propia autonomía del individuo y la necesidad de disfrute de la vida colectiva. Se trataría de reconsiderar en el conjunto del apartamento los diferentes elementos que lo componen aumentando los espacios de intimidad y la relación entre espacios colectivos y privados. Satisfacer el deseo de tener un espacio para sí teniendo otros alrededor, es decir, juntos pero separados.
La “nueva modernidad” no lucha ya contra las represiones políticas económicas o sociales, caballo de batalla del Movimiento Moderno sino que al aceptar que la ciudad se encuentra dentro de los hechos políticos, ideológicos y sociales, lucha contra el mal del ciudadano de final de milenio: el vacío que lo rodea.
Frente al vacío de identidad que el hombre actual sufre, hay que buscar, un lenguaje claro, intervenciones que el individuo pueda asumir sin ninguna dificultad y para ello, la única vía es recurrir a la analogía y a la memoria, no reproduciendo modelos pasados, sino reinterpretando aquéllos que han funcionado.
Memoria, porque sin ella no hay poesía y porque la nueva vivienda debe recuperar las raíces perdidas, un espacio donde el individuo moderno, reproduzca hábitats de su pasado, defienda sus recuerdos y devuelva a la arquitectura el valor de ser útil en los problemas de la sociedad actual. La arquitectura tiene el deber de dar identidad y legibilidad a la sociedad a la que pertenece.
Un avión, una casa en Procida, el mercado de Porta Portese, un cuento de Bowles, unas minas de oro, los excusados de algunas ciudades, los paisajes de Barceló o el pasaje Valvanera pueden ser imágenes o referentes analógicos a partir de las cuales surja la idea como punto de partida del proyecto, lo demás es pura lógica. Y lo es, porque desde Vitruvio, la arquitectura se define como una disciplina, con plena vigencia, con sus normas y reglas que se aplican por medio del rigor, que es el que ordena el conjunto desconexo de intenciones, imágenes o recuerdos y permite introducir, en un momento dado, una determinada teoría al proyecto. El trabajo, la arquitectura, no es el reino de la libertad.
Las imágenes, lugares o recuerdos se mezclan en el desván de la memoria, no de una forma lineal sino de una manera idealizada y arbitraria, estableciendo semejanzas y relaciones entre hechos diferentes entre sí, realizando trasposiciones de un fenómeno a otro y hacen de la analogía, determinante en la acción creativa del hombre.
La síntesis que falta no debe ser construida sino ser reconocida. Mirando los objetos naturales y artificiales con “otros ojos”, con ánimo libre de prejuicios y captando en ellos los principios inmanentes en la arquitectura, en definitiva abriendo los ojos.
Sevilla, 2002
Texto completo en:
Abre los ojos
Rev. NEUTRA, pp. 74-79, Sevilla 2002.
...No había bastantes enchufes....
...La electricidad susurraba por toda la casa incluso cuando todo estaba apagado...”
David Leavitt. Amores Iguales
La arquitectura, como la vivienda, está sometida a transformaciones y cambios motivados por la sociedad a la que pertenece.Dividida, compleja, difusa, en ella, el arquitecto se encuentra atrapado entre unos programas funcionales cambiantes y la aspiración a integrarlos en un ideal arquitectónico completo y único. No es un problema de diseño o forma sino de ver la realidad de una manera nueva.
En 1930 Mies proclamaba: “La vivienda de nuestro tiempo aún no existe sin embargo la transformación del modo de vida exige su realización”. La vivienda fue sacralizada por los arquitectos del Movimiento Moderno como la sucesora directa del templo, el palacio o el edificio público, se convirtió en objeto de investigación de la arquitectura moderna pero acabó siendo un producto completamente separado de la ciudad que lo genera, sin la más mínima conexión con la misma.
La tipología de viviendas que elaboró el Movimiento Moderno y en particular, la vivienda mínima, fue extremadamente rígida. En primer lugar, porque no contemplaba más que un estado de la vida familiar: el de la infancia y la adolescencia de los hijos. Las tipologías que aún manejamos comienzan a ser tan disfuncionales como su ideología subyacente: la de una familia en la que los hijos nunca llegan a ser adultos plenos. La idea de vivienda como estándar, como elemento repetitivo, como máquina, no responde a la realidad. Las diversas relaciones entre individuos, las diferentes condiciones que se dan, se traducen en una crítica a la idea de estandarización del apartamento.
Casas populares en Procida (Italia) |
Pasaje Valvanera (Sevilla)
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El restablecimiento de la conexión de la vivienda como “metáfora de la ciudad” es posible si entendemos el edificio como ciudad y la ciudad como edificio. La vivienda colectiva se convierte así en una casa individual en condiciones de producir espacios cualificados, multiplicándolos con el objeto de servir adecuadamente a cada una de las viviendas.
El proyecto de vivienda colectivo “moderno” debe reivindicar los lugares que permitan diversos grados de relación: una habitación para la sociabilidad individual, otra para la sociabilidad del grupo familiar o de pareja, otra para una sociabilidad extra familiar, con los demás vecinos. Esta última se conseguiría valorando los espacios ambiguos de la casa: zaguanes, corredores, terrazas, patios, balcones, cierres, etc.
Entre ellos, los corredores ya no son el “espacio perdido” que postulaba el Movimiento Moderno sino que son nuevos elementos de apropiación del espacio colectivo. Las relaciones entre espacio público y privado se desarrollan en los espacios intermedios, semipúblicos y semiprivados, a partir del deseo de nuevas relaciones de vecindad. La vivienda debe ser un volumen en el que su situación en el edificio y su diferente agrupación cualifique los vacíos y consienta percepciones y movimientos más articulados en el interior del espacio colectivo.
30 viviendas sociales en Tomares (Sevilla) |
El cambio continuo en el interior del individuo y sus relaciones con otros sujetos son objeto de atención, porque los proyectos deben ser intérpretes de esta actitud que representa el aspecto contemporáneo de forma de vida y que puede encontrar expresión no sólo en la centralidad de la vivienda sino en su espacialidad.
Minas de oro en Rodalquilar (Almería) |
La posibilidad de superar los estándares mínimos vigentes permitiría la aparición de elementos como terrazas, patios, azoteas, jardines... habitaciones sin techo; espacios ambiguos donde plantear las relaciones entre personas de edad y cultura diversa que habitan el mismo núcleo familiar. Un lugar que “...permite beneficiarse de la brisa en el crepúsculo...durante las noches sofocantes...” y que según su asociación con la vivienda y con los espacios colectivos permita su continuidad, a través de vistas y relaciones con el exterior. “Visiones diagonales”, “estar acogido”, “permitir a la mirada alejarse”, “estar protegido de la mirada del exterior” son elementos básicos de la composición de la nueva vivienda colectiva más allá de su significación como lenguaje.
En la vivienda también sería necesario plantear un espacio común fijo de dimensiones invariantes como lugar de reunión del núcleo doméstico, prescindiendo de la superficie del apartamento en donde deben aparecer espacios con un uso elástico de acuerdo con la personalidad de cada usuario. Es necesario poner en discusión las uniones evidentes y las separaciones rígidas entre zonas de servicios y zonas servidas, entre espacio personal y público. Los límites de estas zonas (privada, íntima, pública, de servicio) pueden cambiar de significado según el momento.
Como dice José Ramón Sierra al referirse a la casa sevillana: “...Ausencia de mecanismos precisos de organización distributiva, más allá de los tres elementales de acceso (puerta-zaguán-patio, si hubiese), subida (escalera) y circunvalación del patio (galerías). El resto de la casa se configura a través de la mera yuxtaposición de sus recintos, susceptibles de ser comunicados directamente entre sí en función de sus condiciones de frontera común; conexiones aleatorias y cambiantes en el tiempo, que implican la incorporación de estancias a los recorridos de distribución. Y ausencia de toda configuración y signo arquitectónico que suministre algún tipo de especialización funcional de los espacios, de los recintos, de las formas de la arquitectura. De tal manera que, frecuentemente, esa cualificación viene tan sólo obligada, o tal vez sólo insinuada, por los mensajes emitidos por el mobiliario...Ni siquiera los aseos eran definidos desde la arquitectura, antes de que las redes fijas de entrada y salida de aguas los fijasen a un lugar, poco a poco cualificado; antes, dispersos y móviles por doquier, se encontraban donde paraban por momento sus muebles: palanganas, escupideras, aguamaniles...”
Concurso para 30 viviendas sociales en Montoro (Córdoba) Planta baja general. Tipo y Secciones. Santiago Quesada Arquitectos asoc |
Como consecuencia, la habitación se debería entender, no como un todo constituido por partes ligadas entre ellas, bien limitadas espacialmente, sino como una estructura disociada, formada por espacios diferenciados que vuelven a ser un todo, sólo en el momento en que los usuarios deciden asignar un cierto significado. La unidad espacial de la habitación viene así sustituida por la unidad simbólica. En el caso en que la autonomía del individuo y la vida cotidiana del grupo doméstico vengan consideradas igualmente importantes, la sociabilidad en el interior del alojamiento podría expresarse en los espacios tradicionalmente cualificados de servicio, la cocina, el baño, que tras ser ampliados podrían llegar a ser elementos estructurantes de la vivienda.
Los proyectos deben contemplar la necesidad de salvaguarda de la propia autonomía del individuo y la necesidad de disfrute de la vida colectiva. Se trataría de reconsiderar en el conjunto del apartamento los diferentes elementos que lo componen aumentando los espacios de intimidad y la relación entre espacios colectivos y privados. Satisfacer el deseo de tener un espacio para sí teniendo otros alrededor, es decir, juntos pero separados.
Concurso para 200 viviendas sociales en Jaén. Tipo de vivienda. Santiago Quesada Arquitectos asoc. |
Interior de inmueble en Procida (Italia) |
Frente al vacío de identidad que el hombre actual sufre, hay que buscar, un lenguaje claro, intervenciones que el individuo pueda asumir sin ninguna dificultad y para ello, la única vía es recurrir a la analogía y a la memoria, no reproduciendo modelos pasados, sino reinterpretando aquéllos que han funcionado.
Memoria, porque sin ella no hay poesía y porque la nueva vivienda debe recuperar las raíces perdidas, un espacio donde el individuo moderno, reproduzca hábitats de su pasado, defienda sus recuerdos y devuelva a la arquitectura el valor de ser útil en los problemas de la sociedad actual. La arquitectura tiene el deber de dar identidad y legibilidad a la sociedad a la que pertenece.
Mercado de Porta Portese en Roma (Italia) |
Un avión, una casa en Procida, el mercado de Porta Portese, un cuento de Bowles, unas minas de oro, los excusados de algunas ciudades, los paisajes de Barceló o el pasaje Valvanera pueden ser imágenes o referentes analógicos a partir de las cuales surja la idea como punto de partida del proyecto, lo demás es pura lógica. Y lo es, porque desde Vitruvio, la arquitectura se define como una disciplina, con plena vigencia, con sus normas y reglas que se aplican por medio del rigor, que es el que ordena el conjunto desconexo de intenciones, imágenes o recuerdos y permite introducir, en un momento dado, una determinada teoría al proyecto. El trabajo, la arquitectura, no es el reino de la libertad.
12 viviendas sociales en Fuerte del Rey (Jaén) Santiago Quesada Arquitectos asoc. |
La síntesis que falta no debe ser construida sino ser reconocida. Mirando los objetos naturales y artificiales con “otros ojos”, con ánimo libre de prejuicios y captando en ellos los principios inmanentes en la arquitectura, en definitiva abriendo los ojos.
Sevilla, 2002
Texto completo en:
Abre los ojos
Rev. NEUTRA, pp. 74-79, Sevilla 2002.