Intervención en cubiertas de la Catedral de Jaén
El otro día, paseando por la Carrera y cuando estaba a la altura de la Diputación, decidí regalarme un momento de sosiego, de goce estético. Como siempre hago cuando paso por allí pensé, con regocijo, contemplar y admirar un edificio que, como todas las cosas bellas, no cansa nunca: la Catedral. La vista recorrió, pausadamente, la portada neoclásica del Sagrario, continuó por las molduras góticas recreándose en la belleza y proporciones de la fábrica de piedra. La mirada iba ascendiendo por los contrafuertes buscando y recordando el tantas veces admirado cuerpo renacentista superior, cuando de repente y con horror, tropezó con unas desconocidas y ostentosas buhardillas. A la Catedral le habían nacido unas nuevas buhardillas que, dignas de un cortijo de sierra, habían aparecido en la Catedral como dientes de oro en la dentadura de un nuevo rico.
domingo, 17 de abril de 2005
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