En el primer Taller Internacional de Arquitectura (1999) vimos como las piedras gravemente declaran lo que encierran actuando sobre un patrimonio y creando un paisaje determinados El año pasado (2000) en la segunda edición del Taller analizamos cómo las redes de comunicaciones construyen una nueva ciudad virtual que introduce los paisajes dentro del hogar, de la habitación, liberándonos de cualquier necesidad de desplazamiento.
Las cuestiones planteadas sobre el paisaje y su relación con la arquitectura dieron lugar a diferentes respuestas, casi tantas como personas. Como si tejieran un hilo de Ariadna, las propuestas surgidas en los proyectos realizados nos fueron indicando, de manera natural, el camino a seguir en la posterior edición de este Taller de arquitectura. Uno de los debates nos llevó a pensar el paisaje de una manera un tanto orteguiana: el paisaje es lo que cada cual traiga consigo.
Una idea que lleva implícita los conceptos de movilidad, de desplazamiento, de migración... Los hombres como las aves realizan movimientos de un lugar a otro. Las redes nos liberan de inútiles desplazamientos. Sin embargo, al inicio del siglo veintiuno, 130 millones de personas viven fuera de su país de nacimiento y cada una es poseedora de su propio paisaje.
Hasta los años cincuenta y sesenta del siglo XX, los europeos dejaban su tierra, emigrando en busca de nuevas oportunidades. En las últimas décadas del siglo el flujo se ha invertido. Entre dos y tres millones de personas emigran cada año en el mundo. Más de la mitad se dirigen hacia Estados Unidos, Europa, Canadá y Australia. Los ciclos se acortan, ahora los hijos de los emigrantes son inmigrantes.
Estos flujos de movimiento han ocasionado la aparición de una nueva población flotante que oscila constantemente a lo largo del año. Son neonómadas que demandan un tipo especifico de vivienda. El Taller ha propuesto reflexionar sobre la forma de habitar de esta nueva población cuya constante es la movilidad. ¿Cómo resolver el concepto de movilidad y la libertad que ello conlleva, con la identidad y la necesidad de arraigo? ¿Qué nuevos efectos aparecen en nuestros espacios vitales, en nuestro entorno, en nuestras ciudades...?.
El nomadismo hace indiferentes las divisiones del espacio así como la vieja idea europea de delimitar fronteras donde las cosas puedan ser ordenadas racionalmente. Hay una sobredeterminación de la movilidad. El desplazamiento del nómada moderno no sucede en relación con lugares de paso obligados o destinos fijos, se caracteriza por un continuo girar.
Esta humanidad errante se instala en ciudades que se transforman, que cambian... Decía Le Corbusier que la gran ciudad es una marea creciente. La ciudad se expande como un globo por los campos y al final estalla, se fragmenta y se extiende sin fin hasta ocupar los vacíos que dejan las antiguas aglomeraciones. Pero más allá de la expansión espacial de las ciudades, de la movilidad de sus habitantes, el ciudadano o mejor dicho el individuo contemporáneo, tiene la experiencia de un vacío en el presente de su condición urbana que lo hace comunicar con el pasado de esa ciudad a través de su patrimonio y su mitología.
La ciudad es desbordada en su propia expansión, pierde los signos de identidad. Asume los retrocesos pero renace con otra fisonomía de sí misma. Esta mutación provoca frustraciones profundas de consecuencias difíciles de imaginar. En estas circunstancias postmodernas aparecen los neonómadas, que sin identidad están dispuestos a instalarse en la nueva ciudad contemporánea y a construir relaciones que les devuelvan una nueva identidad, a ellos y a la ciudad en donde viven. Porque cada uno de estos nómadas porta con él un paisaje diferente.
Ortega y Gasset mantiene que la vida es un esencial dialogo entre cuerpo y su entorno, por tanto el paisaje es aquello del mundo que existe realmente para cada individuo, es su realidad, su vida misma. Cada individuo no es sino la mitad de sí mismo, la otra mitad es su medio, de él recibe las excitaciones frente a las que reacciona.
Sin embargo, en determinadas circunstancias, uno se puede ahogar en sus propias capacidades. El paisaje de cada uno es la propia esfera de sus capacidades, es el coto cerrado del cual no puede salir jamás. El paisaje es nuestro ser mismo. No existe un paisaje como concepto abstracto y general porque no existe una persona sin su paisaje. Quizá esto es lo que produce determinadas reacciones ante los neonómadas; no se tiene en cuenta que sus actos están motivados por aspectos y circunstancias que no se ven pero que ellos las tienen delante porque las llevan consigo.
No existe otra manera de comprender íntegramente al otro que esforzarse en reconstruir y adivinar su paisaje, el mundo con el que está en diálogo vital. La manera de acercarse al problema es tomar a cada individuo con su paisaje, con lo que él ve, no con lo que nosotros vemos, tomar cada paisaje con su individuo.
El Taller ha propuesto para su discusión ese concepto de paisaje. El paisaje como lo que cada uno traiga consigo y, por consiguiente, analizar cómo es posible construir un entorno, un espacio vital, una ciudad donde el neonómada pueda definir su propia identidad, su propio medio, integrándose con la máxima naturalidad posible. Porque como sostiene Emilio Hernández, si aceptamos que el origen de nuestra especie se sitúa en África, podríamos admitir también que todos somos producto de una migración, por lo que todos somos africanos.
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Este tercer Taller de Arquitectura se ha desarrollado tomando como laboratorio de campo la ciudad de Jaén. Una ciudad que es paisaje. Un paisaje construido por su caserío, por sus sierras, por su Catedral que son dos picos desprendidos de La Mella. Un paisaje constituido por sus habitantes de los que forma parte indisoluble como su ser mismo.
El carácter de la ciudad de Jaén no es fácil de descifrar. No puede decirse que Jaén sea una ciudad pintoresca o de carácter “andaluz”, no se parece en nada a otras ciudades cercanas, siempre obligadas a mantenerse constantemente bellas. La arquitectura de Jaén era parca, su encanto era la de su sobriedad, su sencillez, su elegancia la conseguía a fuerza de renunciamiento, por su falta de barroquismo. En esa mezcla entre lo castellano y andaluz residía el carácter esencial de Jaén, por eso no ha sido nunca fácil de captar, por su falta de retórica, por su ausencia de énfasis. La arquitectura de Jaén iba derecha a lo esencial sin circunloquios, nada era superfluo.
Quizá por eso ha sido tan poco valorada por sus vecinos. “No dura nada, ni lo más reciente” decía Antonio Muñoz Molina. Se ha asumido con una natural indiferencia los procesos de alteración del tejido urbano, la sobriedad de su arquitectura popular ha servido de excusa para permitir intervenciones en las que “como nada vale, todo vale”. No parece haber un gran entusiasmo propositivo, ni un excesivo interés en fomentar un debate crítico sobre lo que sucede en la ciudad.
Pero no hay más que recorrer sus calles para darse cuenta que su morfología, su trazado permanece intacto. Los ambientes urbanos, las calles, las plazas, la atmósfera de la ciudad permanecen inalterados, a pesar de las especuladoras y desmedidas operaciones realizadas en estos pocos años de bonanza económica. Quizá ésta sea la grandeza de esta ciudad y su paisaje, su capacidad de absorber estas operaciones y mantener su carácter mitad manchego, mitad andaluz. Aún podemos reconocer cómo sus calles recorren la topografía, se quiebran, caen en pendiente, provocan pequeñas placitas, forman adarves sin salida...
Ortega y Gasset mantiene que la vida es un esencial dialogo entre cuerpo y su entorno, por tanto el paisaje es aquello del mundo que existe realmente para cada individuo, es su realidad, su vida misma. Cada individuo no es sino la mitad de sí mismo, la otra mitad es su medio, de él recibe las excitaciones frente a las que reacciona.
Sin embargo, en determinadas circunstancias, uno se puede ahogar en sus propias capacidades. El paisaje de cada uno es la propia esfera de sus capacidades, es el coto cerrado del cual no puede salir jamás. El paisaje es nuestro ser mismo. No existe un paisaje como concepto abstracto y general porque no existe una persona sin su paisaje. Quizá esto es lo que produce determinadas reacciones ante los neonómadas; no se tiene en cuenta que sus actos están motivados por aspectos y circunstancias que no se ven pero que ellos las tienen delante porque las llevan consigo.
No existe otra manera de comprender íntegramente al otro que esforzarse en reconstruir y adivinar su paisaje, el mundo con el que está en diálogo vital. La manera de acercarse al problema es tomar a cada individuo con su paisaje, con lo que él ve, no con lo que nosotros vemos, tomar cada paisaje con su individuo.
El Taller ha propuesto para su discusión ese concepto de paisaje. El paisaje como lo que cada uno traiga consigo y, por consiguiente, analizar cómo es posible construir un entorno, un espacio vital, una ciudad donde el neonómada pueda definir su propia identidad, su propio medio, integrándose con la máxima naturalidad posible. Porque como sostiene Emilio Hernández, si aceptamos que el origen de nuestra especie se sitúa en África, podríamos admitir también que todos somos producto de una migración, por lo que todos somos africanos.
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Este tercer Taller de Arquitectura se ha desarrollado tomando como laboratorio de campo la ciudad de Jaén. Una ciudad que es paisaje. Un paisaje construido por su caserío, por sus sierras, por su Catedral que son dos picos desprendidos de La Mella. Un paisaje constituido por sus habitantes de los que forma parte indisoluble como su ser mismo.
El carácter de la ciudad de Jaén no es fácil de descifrar. No puede decirse que Jaén sea una ciudad pintoresca o de carácter “andaluz”, no se parece en nada a otras ciudades cercanas, siempre obligadas a mantenerse constantemente bellas. La arquitectura de Jaén era parca, su encanto era la de su sobriedad, su sencillez, su elegancia la conseguía a fuerza de renunciamiento, por su falta de barroquismo. En esa mezcla entre lo castellano y andaluz residía el carácter esencial de Jaén, por eso no ha sido nunca fácil de captar, por su falta de retórica, por su ausencia de énfasis. La arquitectura de Jaén iba derecha a lo esencial sin circunloquios, nada era superfluo.
Vista de Jaén por Anton van der Wyngaerde, 1572 |
Quizá por eso ha sido tan poco valorada por sus vecinos. “No dura nada, ni lo más reciente” decía Antonio Muñoz Molina. Se ha asumido con una natural indiferencia los procesos de alteración del tejido urbano, la sobriedad de su arquitectura popular ha servido de excusa para permitir intervenciones en las que “como nada vale, todo vale”. No parece haber un gran entusiasmo propositivo, ni un excesivo interés en fomentar un debate crítico sobre lo que sucede en la ciudad.
Pero no hay más que recorrer sus calles para darse cuenta que su morfología, su trazado permanece intacto. Los ambientes urbanos, las calles, las plazas, la atmósfera de la ciudad permanecen inalterados, a pesar de las especuladoras y desmedidas operaciones realizadas en estos pocos años de bonanza económica. Quizá ésta sea la grandeza de esta ciudad y su paisaje, su capacidad de absorber estas operaciones y mantener su carácter mitad manchego, mitad andaluz. Aún podemos reconocer cómo sus calles recorren la topografía, se quiebran, caen en pendiente, provocan pequeñas placitas, forman adarves sin salida...
En la parte alta de la ciudad, es donde se han desarrollado las propuestas del Taller de Arquitectura. Estos barrios en sus tiempos ricos, populosos, amables, con manantiales y jardines, son hoy un triste recuerdo de sus pasadas grandezas. Hoy parece que se les reprocha su inactualidad y su vejez. Las calles están sucias y destartaladas, no hay árboles, las casas están en ruinas, los solares son vertederos y el polvo parece una maldición bíblica. Se han convertido en zonas marginales, degradadas y miserables, donde ha quedado una vida residual que sufre la constante succión de las zonas modernas, más vitales pero nada interesantes.
Parece adecuado centrarse en estudiar y analizar qué necesitan estas partes de la ciudad antigua. Pensar pequeñas operaciones en las que, a través de ejercicios de arquitectura, se ponga en valor la ciudad alta, concienciando a la población del valor de una ciudad que en el futuro nos siga devolviendo los paisajes que admiramos.
La reflexión teórica encuentra en la ciudad de Jaén su lugar de aplicación concreta por la presencia, cada vez más frecuente, de migrantes que vienen a trabajar en la aceituna, por el proceso radical de cambio que está sufriendo su casco antiguo, y sobre todo, porque como decíamos en el primer Taller de Arquitectura, parece que al final sólo quedan las “presencias del paisaje”.
El proyecto arquitectónico es un eficaz instrumento para hacer una arquitectura que dé soluciones a las demandas de un programa que contemple viviendas para jornaleros, emigrantes o estudiantes. Este tipo de vivienda nos permitirá reflexionar con mayor libertad sobre una forma particular de habitar; sobre las relaciones con los espacios colectivos y comunitarios, las relaciones de las células de cada habitante con el edificio y con el resto de la ciudad.
La nueva población de neonómadas necesita de un lugar donde definir y desarrollar su propia identidad y transmitirla al entorno en el que se instalan para que, a través del proceso de hibridación cultural que siempre ha caracterizado a los andaluces, se cree una nueva identidad en sus ciudades. A través de ella las formas de vida de estos grupos de neonómdas serán adecuadamente integradas e incorporadas a nuestras ciudades.
Baeza 2001
P.D. : quince años después en 2017... Monumento a los ahogados. Ai Weiwei (2016).
Parece adecuado centrarse en estudiar y analizar qué necesitan estas partes de la ciudad antigua. Pensar pequeñas operaciones en las que, a través de ejercicios de arquitectura, se ponga en valor la ciudad alta, concienciando a la población del valor de una ciudad que en el futuro nos siga devolviendo los paisajes que admiramos.
La reflexión teórica encuentra en la ciudad de Jaén su lugar de aplicación concreta por la presencia, cada vez más frecuente, de migrantes que vienen a trabajar en la aceituna, por el proceso radical de cambio que está sufriendo su casco antiguo, y sobre todo, porque como decíamos en el primer Taller de Arquitectura, parece que al final sólo quedan las “presencias del paisaje”.
El proyecto arquitectónico es un eficaz instrumento para hacer una arquitectura que dé soluciones a las demandas de un programa que contemple viviendas para jornaleros, emigrantes o estudiantes. Este tipo de vivienda nos permitirá reflexionar con mayor libertad sobre una forma particular de habitar; sobre las relaciones con los espacios colectivos y comunitarios, las relaciones de las células de cada habitante con el edificio y con el resto de la ciudad.
La nueva población de neonómadas necesita de un lugar donde definir y desarrollar su propia identidad y transmitirla al entorno en el que se instalan para que, a través del proceso de hibridación cultural que siempre ha caracterizado a los andaluces, se cree una nueva identidad en sus ciudades. A través de ella las formas de vida de estos grupos de neonómdas serán adecuadamente integradas e incorporadas a nuestras ciudades.
P.D. : quince años después en 2017... Monumento a los ahogados. Ai Weiwei (2016).
Dieciséis mil chalecos salvavidas dispuestos en las columnas del Koncerthaus de Berlín
Memorial to the drowned. Ai Weiwei (2016) |