Vista de Úbeda y Baeza por Antón van der Wyngaerde, 1567 |
La calidad y cantidad de recursos históricos y artísticos de ambas ciudades hacen que se identifique monumento con patrimonio y que éste se considere como algo concluido y terminado que no es necesario incrementar. Este legado no se considera como un elemento vivo, en evolución, que hay que seguir trabajando, produciendo y mimando para generaciones futuras. El patrimonio se entiende como un bien del pasado, cerrado y definido, del que sentirse orgulloso, pero en el fondo se considera como algo dado, externo a una sociedad que no ha participado en su dificultosa elaboración y quizás por eso lo utiliza como valor de cambio sin mayores problemas. Los bienes generados por unos en el pasado, atraen los recursos de otros en el presente, la herencia se convierte en renta de una forma muy cómoda y sin inversión. Sólo hay que mantener la imagen del escenario. La apariencia, lo superficial, lo externo adquieren categoría absoluta.
Los edificios están y han estado ahí siempre, sólo hay que ir a verlos. Lo que ocurre es que cuando únicamente se va a mirarlos es cuando comienzan a desaparecer las ciudades y aparecen los escenarios. Bellas escenas compuestas por piedras, materiales inertes, sin emociones, ni vida que fueron colocadas con gran esfuerzo a lo largo del tiempo por otros y que hoy, sin apenas dificultad, se enseñan con orgullo por nosotros.
Fuente de Sta. maría en Baeza |
La declaración de ambas ciudades como Patrimonio de la Humanidad ha significado una especie de denominación de origen, un sello de calidad que, unido a las particulares circunstancias económicas de los últimos años, ha generado un frenesí constructivo que ha desbordado todas las expectativas. Los propietarios del patrimonio edificado, que seguramente han sufrido muchas penalidades para mantenerlo a flote, pueden y deben disponer de él como consideren conveniente, defendiendo sus legítimos intereses económicos. Pero esa situación es aprovechada por determinados agentes que, con el trivial argumento que las viejas edificaciones no se adaptan a las necesidades actuales, resuelven su disfuncionalidad con fórmulas
sencillas y simples: tirarlas, hundirlas, vaciarlas o que se caigan solas. La consecuencia es que se suceden los derribos sistemáticos, se buscan resquicios en las normas para aumentar edificabilidades, se altera el tejido histórico agregando parcelas, lo densifican, lo camuflan con enormes y ridículas cornisas, aparecen buhardillas por doquier, desaparecen y se venden los materiales tradicionales: sillares, tejas, losas, pavimentos, maderas. Sorprende la capacidad que tienen tan pocos actores y agentes para transformar radicalmente, a una velocidad insospechada, el entorno de una colectividad.
¿Será ignorancia en las capacidades de la técnica moderna para reparar y restaurar lo existente?, ¿será falta de conciencia de todo lo que es, constituye y significa el patrimonio de ambas ciudades? o ¿será manipulación para encubrir una especulación urbanística que implanta tipologías de edificios rentables para sus intereses? El patrimonio edificado de Úbeda y Baeza va camino de convertirse, si sus paisanos no lo remedian, en ciudades como las que Potenkim le iba construyendo a Catalina la Grande cuando pasaba por Siberia, ciudades de cartón piedra formadas por fachadas...
“Hay que cambiar de mentalidad”, decía Javier Calvente hace un año en una entrevista al periódico Diario Jaén. La declaración de Úbeda y Baeza no puede, ni debe ser entendida como un premio que reportará dadivas y beneficios a sus actuales paisanos a cambio de nada y por algo que hicieron sus antepasados. El patrimonio de Úbeda y Baeza ha dejado de ser exclusivo de sus herederos y nos pertenece ahora a toda la humanidad. Esto significa una responsabilidad que implica un compromiso de todos los ciudadanos con la herencia de ambas ciudades para seguir incrementando su hacienda y patrimonio, continuar trabajando en él y por él, manteniéndolo tan vivo y auténtico como hasta ahora ha sido. Ese trabajo continuado, esa autenticidad, la idiosincrasia que ambas ciudades han sido capaces de conservar, fue lo que la UNESCO reconoció en su declaración, no la imagen de unas cuantas piedras muertas.
El cambio de mentalidad se habrá dado cuando en vez de oírse palabras como publicidad, turismo y dinero se oigan conceptos como formación, investigación y divulgación. Entonces no serán imprescindibles las normas y la tutela administrativa, porque la coacción no sirve de nada sin convicción y convencida el límite lo pondrá la sociedad y los propios paisanos de ambas ciudades que, haciendo uso de su cultura, conocimiento y libertad, pondrán coto a los desmanes de aquellos que utilizan las plusvalías generadas por el patrimonio común de un pueblo durante siglos en beneficio propio, para acabar haciendo desaparecer el mismo patrimonio que los ha enriquecido.
Jaén, 03 de Julio 2004
Publicado en:
DIARIO JAEN, Jaén 2004