jueves, 14 de octubre de 2004

El desarrollo urbano de Jaén


La actual ciudad de Jaén es un hecho complejo, diverso, conflictivo, heterogéneo, con muchas escalas y funciones, es una mezcla de racionalidad e irracionalidad que sólo puede ser entendido y aprehendido desde múltiples miradas, desde diversas lecturas. Esto conduce a que el gobierno de la ciudad dependa de diversos factores que escapan a su control provocando la activación/desactivación de acciones, propuestas y aspiraciones urbanas. Difícilmente un proyecto de ciudad puede contener una dimensión colectiva y ser el deseo de sus habitantes si resulta cautivo de la dimensión retórica de pocos, ya sean políticos o técnicos soñadores y, difícilmente, podrá resultar una ciudad habitable en el futuro sin una teoría que la sustente y actúe como referencia.

El modelo de una ciudad normalmente se apoya en un conjunto de principios generales que se fundamentan en objetivos y contenidos definidos en una figura de planeamiento denominada Plan General de Ordenación Urbana. La próxima revisión del Plan General de Jaén para adaptarlo a la vigente Ley de Ordenación Urbanística de Andalucía pone sobre la mesa el debate de cuál es el modelo de ciudad que queremos los jiennenses. Su concepción debería contemplar la participación de todos sus habitantes y no estar basada en proyectos parciales o individuales. El debate debería ser lo más amplio y participativo, serio y riguroso posible, si deseamos que nuestra ciudad se desarrolle de una forma equilibrada y sostenible.

En el pasado -desde la ciudad del rey sol hasta el urbanismo de los años setenta- los desarrollos, trazados e imágenes de la ciudad dependían de una persona o equipo de personas que definían por si solos el futuro de la misma. En la actualidad, la ciudad es un potente mecanismo, plural y diverso, fruto de una sociedad fuertemente articulada, autónomamente determinada. Su planificación no es asumible con simplificaciones ideológicas. Requiere además de un fatigoso trabajo de participación colectiva, frente al cual los planificadores parecen preferir los atajos de la estética del fragmento, un desdeñado moralismo o una retornada disponibilidad a la gran obra, a la autonomía del artista. 

Hoy en día el modelo de una ciudad no puede confiarse a las fantasías de una sola persona o personas, sean políticos o técnicos, porque los sueños de estos se pueden convertir en pesadillas para las personas que tienen que habitar en la hipotética ciudad de ensueño creada por ellos. Y porque en estas ciudades soñadas se corre el peligro de que la imaginación sustituya a la realidad con la fiction arquitectónica de infinitos museos, centros de ocio, palacios de congresos, acuarios o campos de golf en terrenos dedicados tradicionalmente a un cultivo de secano, como por ejemplo el olivar. Sutilmente, los procedimientos de construcción y venta de las commodity locales –la ciudad, la historia, la memoria- recorren procedimientos y métodos de construcción propios de parques temáticos, creando la llamada fantasy city. El valor del tiempo libre se convierte en un producto más del mercado, para lo cual se inventan identidades locales postizas, preparadas para ser transformadas en un producto más de marketing y donde la prioridad es crear artificialmente una ciudad que sirva para competir y, por tanto, dispuesta a ofrecer un producto que otras no tengan. Es el síndrome Guggenheim de Bilbao.

Aparentemente estas propuestas denotan la carencia de un modelo de ciudad pero, en realidad, están proponiendo uno nuevo. En la ciudad como mecanismo productivo, la tipificación clara de los deseos del consumidor es el presupuesto necesario para construir una experiencia tipificada, catalogable pero individual, en que lo auténtico y lo falso se funden inexorablemente, donde los lugares del habitar se acaban convirtiendo en colmenas inhabitables. En la fantasy city no se reflexiona sobre los problemas de abastecimiento que crean los campos de golf o los acuarios; dónde van a parar los detritos de los centros de ocio; la cualificación de las zonas verdes y espacios públicos y, lo que es más grave, no hay la mas mínima indicación de cómo deberían ser la calidad de vida de sus habitantes o sus viviendas. Es un modelo altamente rentable pero desestructurado e invertebrado. El nuevo proyecto de ciudad no se define soñando ésta en viajes alucinados sino desde el análisis riguroso que supone enfrentarse a la realidad. Realidad geográfica, histórica, económica, social, etc. 

Jaén parece que nunca ha sido consciente de cuáles son sus principales elementos identificadores y diferenciadores como hecho colectivo respecto a otras ciudades; exceptuando sus monumentos, tradicionalmente considerados como hechos individuales y aislados. Y sin embargo, el descubrimiento de su paisaje revela la estructura expresiva de la ciudad, su sitio propio y singular, su síntesis de geografía y antropología, su naturaleza y su esencia. Jaén se asienta en las faldas del cerro de Santa Catalina y como fondo el monte Jabalcuz y La Mella, accidente natural del que se hacen eco las dos torres de la Catedral, en un magistral homenaje de la arquitectura a la naturaleza. La relación que se establece entre La Mella y la Catedral, nos da una de las claves para entender la identidad de la ciudad de Jaén. La ciudad se reconoce, se identifica, se configura en la ladera del cerro creciendo siempre hacia el norte, extendiéndose hacia el llano. El paisaje de Jaén es una de sus identidades mas definidas. El paisaje que construye la propia ciudad y el paisaje que se ve desde la ciudad. Paisaje como objeto y paisaje como sujeto.

Vista de Jaén por Anton van den Wyngaerde, 1567

En el crecimiento de la ciudad de Jaén, que se inició en la lejana década de los cincuenta del pasado siglo, se vislumbra una cierta desorientación conceptual, una fractura proyectual. A pesar de la potencia de su paisaje, de su orografía, de su topografía, la ciudad se comenzó ha vulgarizar desarrollando su cariz mas especulativo tanto en su centro histórico como en su expansión hacia el norte, provocando así heridas en su imagen, desfigurándola y traicionando su propio paisaje.

El Plan General de Ordenación afectará e hipotecará de manera directa o indirecta la vida de los habitantes de Jaén en los años venideros y transformará la realidad económica, social y medioambiental de nuestra ciudad. La concepción de este plan, su filosofía, metodología y puesta en práctica debería contemplar un modelo de ciudad sostenible contando con todos sus ciudadanos, los auténticamente implicados en la nueva construcción democrática de la ciudad. El desarrollo equilibrado de una ciudad, que respete la diversidad y todos los intereses sociales, debería estar basado en el consenso político, técnico y social y, sobre todo, fundamentado en una estrategia de información, participación, investigación y acción.

Un planificación adecuada, donde se proponga el desarrollo futuro de la ciudad, debería significar la definición de un proyecto abierto, participativo y flexible, debería ser un verdadero y autentico proyecto colectivo, donde participe toda la ciudad de Jaén y en el que se sienta representada e identificada.



Publicado en:

DIARIO JAEN, 11-10-2004, pp. 10.


PDF disponible para descarga en: